Guanajuato, Gto., 06 de abril de 2025.- Cuando Julieta se pone el uniforme cada mañana, no lo hace por rutina. “El venir a trabajar y ponerte el uniforme da una sensación muy diferente”. Lo dice como si ese acto siguiera emocionándola después de 12 años de servicio.
Ramón, en cambio, lo recuerda desde el origen: “Mi primer día como policía fue ingresar y estar de guardia aquí en el cuartel general… ya habíamos iniciado con uniforme azul”. Era 1 de abril de 1994. Desde entonces, cada turno, cada guardia y cada día, ha estado ahí.
Ella es Policía Segunda. Él, Suboficial. Los dos forman parte de las y los 3 mil 900 policías estatales que hoy integran las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) de Guanajuato, la corporación policial activa más antigua del país. Y ambos encarnan algo que no se enseña en ninguna academia: vocación. Vocación para pertenecer, para servir, para permanecer.
“Para mí, formar parte de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado ha sido lo mejor que me ha pasado en esta vida”, dice Ramón con la voz limpia, sin alardes. Fue parte del nacimiento de la Policía Procesal en 2011. Ha custodiado juicios, ha trasladado vidas bajo resguardo, ha sostenido miradas que duelen. Y, aun así, sigue. “Espero quedarme algunos años más… y el día que ya no pueda pertenecer a esta corporación, me iré con la frente en alto y diré que fue lo máximo estar aquí”.
La historia de Julieta va por otra vía. Una vía que no siempre estuvo abierta. Ella encabezó el Mando Único en el municipio de Coroneo, un rol reservado durante años, casi por inercia, a varones. “Cuando yo llego al municipio como directora en Mando Único… me dieron la oportunidad de demostrar que las mujeres seguimos creciendo dentro de ámbitos que se consideran de varones”.
Su liderazgo se construyó hombro con hombro con policías municipales y con la propia alcaldesa. Implementó operativos, atendió emergencias, diseñó estrategias, y sobre todo, representó. “Fue una sensación bastante agradable porque voltearon a verme”. Representó a todas esas mujeres que ingresaron a las FSPE a partir de 1986, cuando una histórica convocatoria rompió el cerco masculino en la seguridad pública.
Pero no todo liderazgo se ejerce desde el mando. Julieta también lo vive desde el terreno, en el contacto directo con las personas. “Nosotros debemos de tener mucho cuidado respecto a nuestros patrullajes cuando hacemos esta cercanía con la gente”. Y lo sabe porque ha estado ahí: “He participado en accidentes en los cuales se ha brindado apoyo a la ciudadanía… en lo psicológico también, porque nosotros tenemos esa preparación”. Lo que más la marca, dice, es “cuando la gente te da las gracias… tan solo con el hecho de estar ahí”.
Ramón también ha construido puentes de confianza desde el trabajo constante. “Estamos día a día actualizándonos con todo el equipo para que nos tengan esa confianza”. Y aunque reconoce que lo más difícil es dejar a la familia por los horarios, encuentra sentido cuando vuelve a casa. “Motivarlos, decirles que vengo de trabajar… llegar con ese orgullo”.
Julieta comparte esa misma certeza de que cada jornada transforma: “Un día no es igual a otro. Vamos aprendiendo cada vez más”, agrega. Ambos entienden que la vida de policía no tiene guion, solo tiene propósito.
A 192 años de su fundación como Batallón Primer Ligero en 1833, las FSPE son una memoria viva tejida por historias como estas. Historias que no solo acompañan a la corporación, la sostienen.
Julieta y Ramón son el presente y el futuro que se construye todos los días con honor, sacrificio y lealtad. Ellos no solo llevan un uniforme, llevan consigo una historia de casi dos siglos cada vez que salen a servir.