Somos la misma piel

Araceli Ortiz de la Rosa

Directora general de licenciaturas

Instituto Irapuato

En estos días, el pasar cerca del puente donde se reúne un grupo de migrantes, a la espera del próximo tren que pueda llevarlos más cerca de su destino, donde tienen depositada tal vez su última esperanza de una vida mejor, me hizo reflexionar lo difícil que debe ser verse como un ser digno cuando se es despojado de toda oportunidad y cuando la injusticia se hace presente a diario, al levantarse, al buscar algo de alimento, al dormir a la intemperie.

Y entonces me pregunto ¿Cómo se rescata la idea de la propia dignidad humana cuando se vive en estas condiciones? ¿Quién merece más esa dignidad, el pobre, el rico, el desvalido, el talentoso, las mujeres, los niños, las minorías?

La respuesta más sencilla a estas preguntas, pero a la vez la que pareciera más difícil de comprender es que todos la merecemos por igual por el simple hecho de ser personas, desde nuestra condición humana con nuestras diferencias y en el contexto que se nos presente, arropados con todas nuestras circunstancias personales y experiencias de vida, debemos ser tratados con respeto y disfrutar de los mismos derechos, esto es en amplio sentido el respeto a la dignidad humana. Todos debemos sentirnos poseedores de libertad, autonomía, seguridad, dado que de acuerdo a la declaración de los derechos humanos “la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

Igualdad, justicia, respeto, bienestar deberían ser características presentes en nuestra sociedad, en la que no importando las diferencias se pudiera acceder a satisfacer las necesidades humanas desde las básicas como comida y techo hasta las de estima y desarrollo personal. Sin embargo, no es así, pues vivimos inmersos en un mundo donde constantemente se percibe injusticia, desigualdad, marginación en todo sentido y en el que pareciera que nos comportamos y relacionamos con el otro desde nuestra trinchera llena de prejuicios, complejos y culpas.

No es válido usar calificativos que sugieran que un sujeto por tener tal característica o cualidad se haga merecedor de algo más que cualquier otro, pues hablar de dignidad humana es hablar de que a pesar de las diferencias, se pueda experimentar la tolerancia, equidad, respeto y aceptación del otro que es igual de digno que pero a la vez tan distinto como todos los demás y desde esta postura debe buscar la justicia, el equilibrio y las oportunidades y no generar polaridades o posturas antagónicas que favorecen la manipulación y el abuso para obtener ventajas o beneficios personales y no el bien común desde el rol en el que se participa en la sociedad, porque entre seres humanos somos la misma piel en distintos tonos, tamaños y texturas y desde esa dignidad humana somos iguales. Si practicamos realmente el respeto por el otro habrá menos violencia pasiva y activa, dejaremos atrás los roles de víctima, perseguidor y salvador que tanto afectan a la sociedad y desde los que actuamos con prejuicios y estereotipos que nos llevan a creencias erradas provocando discriminación, injusticia o peor aún indiferencia hacia los demás.

Necesitamos entonces respeto y reconocimiento entre nosotros, la falta de ello puede llegar a ser insultante cuando se ve en el otro la diferencia de color, edad, género, nivel socio económico, talentos, estatus, potencial.

Se acerca el 25 de noviembre, identificado como día internacional de la no violencia contra la mujer, este es un ejemplo muy claro de cuánta falta de respeto, injusticia e inequidad se ha tenido que experimentar cotidianamente en los distintos aspectos de vida como son lo personal, familiar, laboral y social acompañados de abusos de posición, fuerza y poder. Y en consecuencia no hemos comprendido del todo que el buscar justicia y equidad no está relacionado con la venganza, la superioridad o el revanchismo, por el contrario significa desde la pluralidad ver al otro como un semejante y aprovechando nuestras diferencias tratar colaborativa y cooperativamente de construir un mejor mundo que el que tenemos.

Hoy más que nunca se requiere educar a los niños en el entendimiento y conciencia plena de lo que significa ser distintos en rasgos, condición socioeconómica, habilidades, talentos, capacidades y a la vez ser iguales en dignidad humana, no olvidemos que la alegría y la aceptación siempre nos conducen al amor y esta humanidad necesita mucho de ello.

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