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Rolando Daza

Apunte:

Por primera vez, la selección española de futbol femenil es campeona del mundo tras vencer el domingo a Inglaterra en la final del Mundial de Australia y Nueva Zelanda 2023. Las noticias vuelan, nos transportan a otra parte del mundo y esto lo produce tal hazaña.

El resultado es histórico, eso es sensacional para España… además se generó otro fenómeno, las Matildas capturaron los corazones de los australianos. Rompieron récords de transmisión de televisión, y el partido de semifinales contra Inglaterra se convirtió en el programa más visto. La Copa Mundial Femenil ha proporcionado un impulso estimado de 7.600 millones de dólares australianos a la economía australiana.

Asimismo, la selección española de fútbol femenino ha batido los récords de audiencia en los últimos años en las televisiones de su país. Su despedida de la Eurocopa femenina de 2022 reunió a más de 2,4 millones de espectadores. Sin embargo, el share se incrementó al 45,4 % de cuota de pantalla en la semifinal mundial entre España y Suecia, habiendo superado los cuatro millones de telespectadores, la mayor audiencia en un mundial de fútbol femenino en España hasta la fecha.

Ante este panorama y México no puede mantenerse fuera, es momento de mover el cuadrante de las pantallas, en el tratamiento y la inversión en el deporte femenino, considerando diversos aspectos, como:

Celebrar el cambio cultural. Los Juegos Olímpicos a menudo hacen que aumente la cobertura de los deportes femeninos, donde la gente anima no a sus equipos masculinos o femeninos, sino a su país. La Copa Mundial Femenil ha generado algo increíble: mujeres que inspiran a niñas, mujeres, niños y hombres con hazañas que simultáneamente posicionan el género al frente e inspiran actitudes cambiantes en torno a las habilidades, la capacidad y el valor de niñas y mujeres.

Fomentar y continuar este cambio cultural será igualmente, si no más, un cambio de juego. Se debe cimentar ese cambio con buenas políticas e inversiones para promover una mayor inclusión. Esto debería tener implicaciones más allá del deporte, incluida la mejora de la representación de las mujeres en las salas de juntas.

Otro aspecto es reconocer que ningún evento único puede arreglarlo todo. La Copa Mundial Femenina de 2023 ha recorrido al menos parte del camino para lograr esa normalización. Es imperativo no exagerar lo que el torneo ha aportado. Ningún evento deportivo por sí solo puede abordar claramente todos los problemas de igualdad de género. Es importante celebrar las victorias, es igualmente importante reconocer que el torneo no es el final del juego, sino un próximo paso importante.

Ya es tiempo y más en nuestro país, de utilizar los datos para alinear el valor con la inversión. Hasta hace poco, la falta de inversión en el fútbol femenino y la falta de retransmisión de partidos significaba que los datos resultantes solo muestran lo que no es el fútbol femenino y el deporte en general.

Esa falta de datos también es la razón por la cual las televisoras despreciaron a la FIFA cuando intentaba vender los derechos de transmisión de la Copa Mundial Femenil. Eso no se puede permitir que vuelva a suceder. Los asombrosos datos de audiencia y las ventas récord de entradas deben aprovecharse para generar posibilidades reales de cambio comercial y de igualdad de género.

Con esta penetración, es tiempo de designar mujeres para puestos de alto nivel, y las empresas y los gobiernos de México deben observar esta situación. La seleccionadora de Inglaterra, Sarina Weigman, fue la única mujer entrenadora entre los cuatro finalistas, y las mujeres aún están muy lejos de ocupar puestos importantes como el de presidente de la FIFA.

Ya es tiempo de abrir la puerta para que las mujeres tomen decisiones para el deporte femenino. Es imprescindible establecer programas y redes de formación.

Y por supuesto, hay que pagarles adecuadamente. Sigue faltando un elemento clave para ellas, como lo es para todos los deportes femeninos: pago y premios en efectivo acordes con sus contribuciones y talento.