CONTACTO AL MINUTO

Rolando Daza

Apunte:

Por siglos, por años, los mexicanos hemos anhelado la libertad para actuar según nuestros valores, criterios, razón y voluntad, con respeto a los demás, obrando sin coacción ni opresión por parte de otras personas. Diversos sucesos históricos nos recuerdan esos momentos.

Para la sociedad mexicana, libertad significa oponerse a la opresión, implica autodeterminación con responsabilidad individual y social. La libertad que pretendemos tiene límites en el derecho a la libertad de los otros y necesita disponer de información confiable para tomar las mejores decisiones.

Desde septiembre de 1810 hasta octubre de 2023, en México ha ocurrido una constante confrontación de la sociedad con el Estado para forzarlo a que conceda libertades, derechos y prerrogativas; para convencerlo de que reconozca errores injustificables y excesos inaceptables, que acepte regirse por leyes, cambiar sus costumbres y diseñar, al lado de los ciudadanos, un sistema político que represente mejor la pluralidad de la sociedad mexicana y aplique políticas que traigan un mayor bienestar para todos.

La independencia de México fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por las armas que puso fin al dominio español mediante una guerra civil que tuvo lugar en los territorios de Nueva España,​ dando como resultado el surgimiento del Primer Imperio mexicano.

Los inicios del siglo XXI, con la derrota del PRI, fue apenas el comienzo de una verdadera transición, la de la construcción de las instituciones republicanas que necesitamos para que México llegue a ser una democracia con sustento social, cohesionada y habitable. En ello cuenta lo que pensemos, digamos y escribamos los ciudadanos. El fin de un ciclo histórico, la “dictadura perfecta”, ha sido un cambio en diferentes planos, a ritmos distintos y con direcciones encontradas. Todo un periodo de nuestra historia en el que han irrumpido nuevos actores, paradigmas y formas, aunque sin reemplazar por completo a los anteriores y sin superar muchas insatisfacciones heredadas. Años que no han llevado a México a ser un campo de prosperidad, concordia y democracia plenas.

El país puso en su camino, aunque a tientas, la meta de llegar a convertirse en una sociedad genuinamente democrática, próspera, de bienestar, así como de costumbres públicas más acordes con el nivel de desarrollo cultural y material alcanzado con todo y sus desequilibrios.

Al paso del tiempo, es evidente que necesitábamos reformar la política para atender los pendientes sociales. La 4T sigue en la idea de crear un sistema que se sostenga en la negociación corporativa y la veneración presidencialista, evitando una “excesiva” participación popular con el consiguiente peligro de que sobrevengan las patologías típicas de latinoamericana: radicalismo, comportamiento dictatorial o anarquía. Esta situación no ha sido superada, es más, se ha incrementado con este gobierno autoritario y militar.

A toro pasado es fácil decir “se debió haber hecho esto o aquello”. Ahora lo sabemos, se requiere un Estado fuerte, democrático y regido por leyes, honesto, eficaz y respaldado por una ciudadanía activa y decidida a velar por sus intereses. En vez de una sociedad egoísta, una comprometida con el bien público. Se necesita crear nuestro gran proyecto nacional, buscar una recuperación de la viabilidad económica, del bienestar (educación, salud, alimentación, seguridad…) y de la ética de la nación a fin de producir más riqueza, repartirla mejor, generar más oportunidades y procurar que sus beneficios ayuden a dar vida a una figura existente en la ley: el ciudadano.

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