Juan Miguel Alcántara Soria
Como audiencia que somos, de radio, TV, plataformas y otros medios de comunicación -digitales o impresos-, nos bombardean con mensajes variopintos los aspirantes presidenciales, ad nauseam. Desde noviembre y hasta mayo próximo. Aunque en marzo inician legalmente las campañas electorales federales, vemos desde ahora exposición de miserias humanas y políticas, de todos los partidos, sin excepción. Disponen, ilegalmente también, de recursos públicos en todos lados, lo que es delito, y por supuesto, inmoral. Antes vimos a aspirantes de la 4t a la presidencia de la república, tapizar con su imagen carreteras, puentes, cerros, bardas, espectaculares, por todo el territorio nacional, sin ningún rubor. Hoy vemos a suspirantes al resto de cargos de elección, igual o peor de violadores de ley y de ética política. Con descaro usan nuestros impuestos para su beneficio. Y con ojos del INE, del Tribunal Electoral y de otras autoridades locales, viendo a otro lado. Mal inició el proceso de renovación de los poderes públicos, como no veía desde 1988. Peor para nuestra débil democracia, para el Estado de Derecho, para nuestro futuro compartido.
Me parece pertinente recordar, en este proceso definitorio del futuro de nuestras ciudades y del país, que Aristóteles (en su Retórica) registró tres tipos de argumentos persuasivos que las personas, y en lo particular, los ciudadanos –polites, en Grecia, civitas en Roma-, debemos usar para deliberar y tomar decisiones que nos afectan a todos: los del ethos, pathos y logos. (i) Los del ethos son de naturaleza afectiva y moral (éticos). Ligados a la autoridad moral o credibilidad del emisor, en relación con su audiencia. “A los hombres buenos les creemos de modo más pleno y con menos vacilación”. Los de la fe en personas íntegras y competentes. (ii) Del pathos, argumentos puramente afectivos, emotivos, del sentimiento (de ahí viene empatía): “No son los hechos los que cambian el comportamiento de la gente. Es la emoción la que cambia su comportamiento. Son las historias y los impulsos irracionales los que cambian el comportamiento”, dicen. Los emoticones hoy sin medida. (iii)Y de los argumentos ligados al logos, a la lógica o razón. Se apoyan en evidencias y buscan llegar a la inteligencia de la audiencia.
Vuelvo a deliberar con audiencias de potenciales votantes. Y con mis amigos que se dedican a la mercadotecnia electoral, o al neuro-marketing, presuntuosos. Para éstos es válido, incluso ético, usar sobre todo, argumentos emocionales, del pathos, que impacten en el corazón de la audiencia a través de sus emociones (cara, cuerpo, por ejemplo). No importa si van contra evidencias sólidas, contra la razón o la ley. Aristóteles, en cambio, propone el justo medio, el equilibrio entre los argumentos lógicos, emocionales, y de integridad personal o éticos.
Las “precandidaturas” presidenciales son buena demostración del uso y abuso de los tres tipos de argumentos. Xóchitl se centró en temas que el tiempo preelectoral legalmente le permitía: Al no poder hablar de su diagnóstico ni de propuestas para el país, habló de ella: expuso evidencias de su pasado, llamando a la razón de las audiencias potenciales. Su biografía personal, aspiracionista -dato emocional, pathos-, ha sido y será determinante. Reconoce le falta ser más conocida, y su techo es reto favorable. Dato lógico; con buen equipo y campaña tiene mucho para crecer.
La corcholata presidencial obradorista es más conocida; y carece de empatía. Y de autoridad y honestidad. Sólo le queda apoyarse en López Obrador, como heredera de desastre cuantificable. Se desgastará en hablar de la 4t, y contra los fantasmas del retorno “neoliberal”. Y el payaso norteño, suspirante presidencial, inició con spots de tenis naranja de esposa; pulsa emoticones ligados a receptores no pensantes. Traicionó su compromiso de no dejar gubernatura a medias, deja tiradero gubernamental; y cuenta anécdotas con ebria pasión.
A los ciudadanos nos toca buscar y encontrar personas íntegras y competentes, equilibradas en uso de tres tipos de argumentos. Si no los encontramos y votamos, lo lamentaremos. Sí las hay. ¡Deliberemos!
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