¡El Madrid conquista su Decimoquinta Champions!

Ante los ojos de todos y con Wembley como anfitrión, Borussia Dortmund y Real Madrid buscaban la gloriaEse culmen a la temporada europea, ese broche final perfecto y ese sueño cumplido para cualquier futbolista desde que dio sus primeras patadas a un balón. Para cumplir todo eso y alcanzar la gloria, no solo rozarla con los dedos, uno de los dos debía imponerse y regalar la amargura de la derrota a su oponente. Dos rivales con el mismo hambre de vencer, de campeonar y de levantar el trono del fútbol europeo, la UEFA Champions League.

Uno de ellos, el Real Madrid, bien sabe lo que es levantar ese ansiado trofeo, hasta en catorce veces lo ha hecho. Pero no por ello la ambición es menor. Y el otro, un inesperado en la noche londinense, un equipo que se ha colado a base de mérito y unión. Un club, el Borussia Dortmund, que también tiene una orejona en su vitrina, pero que buscaba una ansiada segunda que el fútbol le denegó hace años. Y esas ganas de revancha, esas ganas de dar la sorpresa y tumbar al rey de Europa, fueron una base sólida para hacer tambalear los cimientos del Real Madrid.

Una estructura que comenzó mandando, imponiendo ritmo y demostrando su favoritismo. Pero que el paso de los minutos condenó a una destrucción progresiva impulsada por el martillo pilón alemán. Esas transiciones veloces que rompían líneas continuamente y que iban minando la confianza de los de Ancelotti de manera vertiginosa. Porque con Brandt y Sancho jugando con la pelota como si de un juguete se tratara, con Adeyemi lanzando diagonales que se clavaban como puñales y con Füllkrug batallando entre centrales, el Dortmund estaba dando pasos de gigante en la final.

Aunque la única pega para los de Terzic estaba en la efectividad, esa que decanta la balanza cuando llega el pitido final. Porque ni Adeyemi ni Füllkrug acertaban, porque los postes también juegan y son de color blanco, casualidad o no, y porque un gigante belga había levantado un muro que repelía una y otra vez ocasiones. Courtois estaba en ese modo que recordaba al de la final de Kiev y esa era la peor noticia para un Dortmund sobresaliente al que solo le faltaba el gol. Ese protagonista que no quiso hacer acto de presencia en un primer tiempo que se acababa, para suerte de los españoles.

Y es que el Real Madrid estaba sumido en el letargo de un grande dormido, incómodo e impotente. Atributos que envalentonaban todavía más a un Dortmund que continuó perfilando su obra, esa a la que solo le faltaba el gol, como la guinda a un pastel. Ese último paso adelante para tomar ventaja en una final que se iba enfriando y en la que el miedo a perder se iba apoderando de los equipos. Porque cualquier error podía pagarse caro y podía caer como una losa sobre el equipo que lo cometiera.

Y en esas, el fútbol le tenía guardada una sorpresa al equipo que la estaba dando en Wembley. Porque cuando el que lo merecía era el Dortmund, cuando la lógica apuntaba en una dirección, el fútbol fue en otra. Tras un saque de esquina Valverde terminó la jugada con un remate sin peligro, pero un jugador del Dortmund lo despejaba y lo mandaba a otro saque de esquina. Y ahí el fútbol castigó al Dortmund y premió a un Real Madrid que evidenció su idilio con la competición.

No de otra forma se podría explicar que el más bajito se impusiera a las torres. No de otra forma se podría explicar que un lateral fuese el goleador. Porque sí, el que castigó el error y puso una losa sobre el Dortmund fue Carvajal. El hombre que se elevó al primer palo y que con su cabeza cambió el partido para acercar al Real Madrid a la decimoquinta. Un cabezazo que fue un mazazo para el Dortmund, que se vino abajo en cuestión de minutos y que vio cómo se le escapaba la Champions en un abrir y cerrar de ojos.

Y cuando el Borussia se intentaba levantar, el Madrid asestó el golpe final. Ese que ponía el broche blanco al trono europeo y que llegaba de los pies de un Vinicius que castigó un nuevo error alemán. El brasileño definió mal, el balón botó contra el suelo y la trayectoria dejó en nada el intento de un Kobel que sostuvo a los suyos hasta que no pudo más. El éxtasis y la gloria se vuelven a teñir de blanco, del color madridista, por decimoquinta vez en la historia. Una relación única, inigualable, un amor perfecto que vuelve a unir sus caminos en la noche de Wembley. Porque sí, el Real Madrid es, de nuevo, el campeón de la UEFA Champions League.

Entradas recomendadas

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *