Reproducimos el trabajo realizado por Wendy Selene Pérez publicado por Animal Político.
Con un dron de carga y un georradar especial llevados desde la Ciudad de México, dos expertos mexicanos entrenados en la búsqueda de las decenas de miles de personas desaparecidas en el país, sobrevolaron el área a metros del mar de aguas cálidas y verdeazules de Isla Colón, la isla más poblada del pintoresco archipiélago de Bocas del Toro, en la esquina noroeste del istmo de Panamá.
Tomaron muestras del suelo del cementerio antiguo de la isla y registraron la profundidad y el ancho de las tumbas. Aplicaron la fotogrametría, algo como topografía pero con drones, y lograron imágenes aéreas de todo el cementerio y un escaneo 3D. La lluvia complicó la tarea porque ni el georradar ni el dron podían mojarse.
En ese viaje del 9 al 27 de julio del 2023, dos especialistas de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (CNB), y un ingeniero que trabajó en el proyecto del Tren Maya, siguieron las pocas pistas obtenidas tras largos meses de investigación documental sobre el olvidado periodista revolucionario Catarino Erasmo Garza Rodríguez.
La primera pista, y la más importante, provenía del libro de un historiador y conservador del siglo XIX llamado Donaldo Velasco, quien escribió que el cuerpo del revolucionario Catarino Erasmo Garza, una vez abatido la madrugada del 8 de marzo de 1895, había sido inhumado en una “fosa profunda” de una isla de Bocas del Toro. No menciona Isla Colón y tampoco dice cuál es el cementerio.
La segunda pista surgió de periódicos y otras publicaciones de la misma época: esa “fosa profunda” estaría en la Isla Colón y, según esos escritos, Garza y algunos de sus compañeros fueron transportados por un camino de tierra hacia el área del panteón y arrojados a una fosa, sin cruces ni epígrafes.
La tercera pista provenía de meras especulaciones, del testimonio de una familia que sugirió buscar en una tumba con una cruz invertida porque esa era una señal de que las personas que habían sido enterradas en ese sitio eran consideradas personas non gratas.
Así, guiados únicamente por esos datos, los dos expertos en búsqueda de la CNB y el ingeniero del Tren Maya registraron con su tecnología 10 lugares con “anomalías”, 10 sitios donde el georradar detectó pozos más profundos o más anchos en la tierra.
En julio de 2023, el arqueólogo panameño Carlos Fitzgerald viajó de la capital de Panamá a Isla Colón para reunirse con la diplomática de México, Laura Beatriz Moreno Rodríguez, y el arqueólogo de la CNB, Ramiro Vivero Ardito. Recorrió con ellos el panteón y vio el trabajo de muestreo con el escáner 3D, el georradar y el dron.
“Buscar a Catarino Garza es como buscar una aguja en un pajar”, dijo el arqueólogo panameño Carlos Fitzgerald en una entrevista con Animal Político después de esa visita.
Y lo es.
El gobierno mexicano ha pasado tres años intentando dar con su cuerpo y, durante ese tiempo, ha gastado por lo menos 9.5 millones de pesos, una estimación conservadora de lo que ha sido posible comprobar con base en una treintena de documentos obtenidos por medio de la ley de transparencia tanto en México como en Panamá, y entrevistas con funcionarios y exfuncionarios de ambos países.
Según López Obrador, la Fiscalía General de la República (FGR) logró identificar los restos hace unos días en sus laboratorios de la Ciudad de México. La declaración es del 11 de julio pasado en la conferencia matutina, pero no ha presentado públicamente los resultados de los análisis genéticos, los detalles de la metodología ni todo lo que se ha tenido que hacer para dar con los restos de Garza.
Animal Político contactó a la FGR en varias ocasiones para preguntar sobre los resultados del ADN en la búsqueda de Garza y no hubo respuesta.
Si los estudios forenses están a cargo de la Fiscalía General es porque el gobierno federal hizo despidos masivos y no renovó contratos a personal de la Comisión Nacional de Búsqueda y del Centro Nacional de Identificación Humana. De hecho, con los 9.5 millones de pesos destinados al caso Garza podrían haberse pagado los sueldos de un año de entre 25 y 30 empleados especializados.
En los últimos tres años, México no ha escatimado en personal ni en recursos para lograr la encomienda del presidente: autorizó indiscriminadamente viajes de funcionarios públicos a Panamá, Costa Rica, Colombia y Estados Unidos. Usó un buque-hospital de ayuda humanitaria apostado durante 58 días frente a la Isla Colón. Compró herramienta exclusiva solo para el rastreo en el cementerio. Movilizó a más de un centenar de servidores públicos —militares, marinos, diplomáticos y buscadores profesionales de víctimas de desaparición—.
Esta investigación muestra que abrió las tumbas de más de dos docenas de muertos en Panamá y en Estados Unidos para extraer los cuerpos y tomarles pequeñas muestras que conservan ADN.
La primera visita de campo en el cementerio antiguo de Isla Colón sirvió de guía para el siguiente viaje entre febrero y abril de 2024. Una misión fuera de serie.
Dejar a los muertos en paz
Dos años antes de convertirse en presidente, Andrés Manuel López Obrador publicó el libro “Catarino Erasmo Garza Rodríguez. ¿Revolucionario o bandido?”. Un homenaje al periodista combativo, piedra en el zapato de Porfirio Díaz, defensor de la libertad de prensa y de los migrantes, incluso hasta la muerte.
En la introducción, página 7, AMLO escribió que durante una gira por el país, visitó El Salto, Durango. A la hora de la comida, un historiador le preguntó qué opinaba sobre la intención de traer de París los restos de Porfirio Díaz. Le contestó que, “si a eso íbamos”, también habría que ir a buscar los de Catarino, enterrados en una fosa común a la orilla del Mar Caribe.
“En realidad, soy partidario de dejar en paz a los difuntos”, sentenció López Obrador en su libro, publicado en 2016.
Una vez en la presidencia de México, la cancillería encabezada por el político Marcelo Ebrard pidió la cooperación de Colombia, Costa Rica y Panamá para ayudar en la localización de los restos de Catarino. Y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) comenzó con una investigación histórico-archivística, por tratarse de un proyecto arqueológico y de un personaje de tantos años atrás.
En un primer momento el INAH se hizo cargo, pero en el camino, Catarino Garza comenzó a ser buscado por las instituciones que nacieron para encontrar a miles y miles de personas víctimas de desaparición forzada de las últimas décadas, como si fuera la persona desaparecida más importante del país. Los recursos del Estado para dar con Garza, humanos y financieros no han sido un problema, aún cuando en los registros federales hay 115,800 personas a la espera de ser localizadas al día de hoy.
El gobierno federal desvió de las tareas urgentes a los de por sí pocos especialistas de la Comisión Nacional de Búsqueda para centrarse en el pedido de López Obrador, como si fuera una comisión de la verdad del caso Garza.
En agosto de 2022, el presidente mexicano comisionó a la entonces directora del archivo de la cancillería, Laura Beatriz Moreno Rodríguez, a que buscara, exhumara y trajera los restos de Catarino a México. Y un año después, Moreno Rodríguez recibió el nombramiento para ser embajadora de Chile. Aunque su oficina está en Santiago de Chile, continúa viajando a Panamá para cumplir con la encomienda de López Obrador.
Entre noviembre de 2022 y abril de 2024, la funcionaria estuvo 74 días en Panamá en ocho viajes distintos, sin contar al menos tres viajes recientes. Más de la mitad de estas visitas las hizo estando ya en el cargo como embajadora de México en Chile, y voló desde la ciudad de Santiago, según los documentos de la Secretaría de Relaciones (SRE) obtenidos por transparencia.
Esos ocho viajes han costado 317,000 pesos mexicanos (18,000 dólares), contabilizando el precio de los vuelos, el hospedaje y la alimentación. Hizo dos visitas a Panamá a finales de 2022; cuatro en 2023, y otras dos en los primeros meses de 2024. Y al menos otras tres de las que la SRE dijo que todavía no tiene la relación de gastos.
La embajadora Moreno Rodríguez es doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), y ha sido maestra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Entre sus temas de investigación destaca el exilio centroamericano y caribeño en la primera mitad del siglo XX.
Para este reportaje se solicitó una entrevista con ella por los medios oficiales de la cancillería y no hubo respuesta. Hace unos días, Moreno Rodríguez respondió a una llamada realizada directamente a su celular, pero se negó a dar detalles, dijo que solo el presidente López Obrador puede hablar del caso de Catarino Erasmo Garza.
Extraer los cuerpos
Marcadas las tumbas y los polígonos, el siguiente punto en el plan de la búsqueda de Garza era regresar al cementerio antiguo de la Isla Colón: escarbar, sustraer los cuerpos de las fosas colectivas, seleccionar entre los huesos y tejidos partes que todavía conservaran material genético, y transportarlas en un barco a Ciudad de México.
El senado mexicano autorizó que el buque Huasteco AMP-01, de la Secretaría de la Marina (Semar), transportara de México a Panamá a un total de 60 marinos, 20 militares, 11 científicos de la Comisión Nacional de Búsqueda y dos funcionarios de la SRE. Todos para el tema Garza.
El barco zarpó del puerto de Veracruz el 18 de febrero del 2024, parecía todo bien planeado, en orden, pero cuando llegó a Panamá, no estaban los permisos firmados, ni para desembarcar ni para el inicio de labores en el panteón de la isla. El costo diario de operación del barco es de 45,095.81 pesos mexicanos, según las respuestas de Semar, y los documentos se firmaron hasta el 27 de febrero, nueve días después.
Comitiva mexicana enviada a buscar restos del general Catarino Garza. Foto: especial
Ya con el barco estacionado en el Caribe, el embajador de México en Panamá, Alejandro Bichir; y la canciller panameña, Janaina Isabel Tewaney, signaron el documento principal para intervenir en las fosas del panteón: “Arreglo de Cooperación Complementario del Convenio de Cooperación Educativa y Cultural entre el Gobierno de la República de Panamá y el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos para la Búsqueda, Exhumación y Repatriación de los Restos Mortales de Catarino Erasmo Garza Rodríguez”.
Ni este documento ni otra serie de archivos relacionados con el caso son públicos. Relaciones Exteriores y la CNB los clasificaron como reservados durante cinco años; las copias obtenidas para este reportaje fueron entregadas en Panamá por transparencia.
En medio de las lluvias, el calor intenso y la humedad del mar, los 11 empleados de la CNB desmontaron la hierba, quitaron las piedras y abrieron tres de los siete polígonos autorizados para excavar. Justo en el mismo lugar donde marcaron los 10 puntos más profundos y anchos del subsuelo. Llevaron utensilios comprados por más de medio millón de pesos en México.
En esos 60 días, la comisión volvió a designar al arqueólogo mexicano Vivero Ardito para hacerse cargo del proyecto. Es un experimentado buscador de personas que han sido desaparecidas en las últimas décadas. Ha buscado en fosas clandestinas, fosas acuáticas y otras situaciones muy complejas. Bajo su mando viajaron a Bocas tres expertos en antropología, tres en criminología, cuatro en antropología y uno en odontología. Del total, siete mujeres científicas.
Durante los dos meses, el gobierno de México gastó 3 millones 201 mil 870 pesos por alimentación, gasolina, recursos administrativos y operación únicamente para el buque. Según las respuestas de cada dependencia, toda la tripulación se quedó a dormir en el Huasteco.
Los 60 marinos no estuvieron en el panteón ayudando en las labores de exhumación, estos se encargaron de limpiar y pintar la arruinada biblioteca pública de la Isla Colón. De los 20 militares de la Secretaría de Defensa Nacional no se sabe nada de las actividades, el Ejército no entregó la información. Lugareños de Isla Colón dicen que los militares no trabajaron en el panteón, pero los veían caminando a veces por la isla.
Sobre transparentar los gastos, el Ejército solo mandó una hoja con el tabulador de viáticos de acuerdo con el rango del militar. Por norma, entre los de mayor jerarquía reciben más dinero que los de una jerarquía menor. Para este reportaje se hizo el cálculo suponiendo que al viaje fueron enviados 19 cadetes —el rango menor—, acompañados de un teniente. Así, el gasto mínimo fue de $65.550 dólares, aproximadamente 1 millón 160 mil pesos.
Equipo mexicano trabaja en Panamá para buscar a general mexicano. Foto: especial
En cuanto a la Comisión Nacional de Búsqueda, esta ha erogado $165.000 dólares, unos 2.7 millones de pesos.
Todos los servidores públicos que salieron de México en el barco regresaron en el mismo, esta vez acompañados de fragmentos de fémures, tibias, peronés, vértebras, húmeros, falanges, molares, cúbitos, costillas, clavículas y dientes de 29 personas enterradas en una parte del Cementerio Municipal de Bocas del Toro.
México exportó 155 muestras orgánicas extraídas de las tumbas del Cementerio Municipal de Bocas del Toro, con la finalidad de realizar los análisis genéticos. La Dirección Nacional Patrimonio Cultural de Panamá autorizó el envío en la Resolución No. 0192-2023, que dice que el proyecto es una intervención de carácter arqueológico forense. Que por el tipo de estudio genético a realizar la muestra será destruida y no será devuelta. Que el arqueólogo Vivero Ardito debe regresar en tres meses —que se cumplen en este julio— a enterrar los restos de los muertos que se quedaron bajo resguardo en Isla Colón. Y que debe entregar un informe detallado de los resultados del proyecto a más tardar el 30 de diciembre de 2024.
Desenterrando a las hijas de Garza en Texas
Del otro lado de la línea, el historiador estadounidense Elliott Young contesta desde Madrid. Para él es de noche y al siguiente día viajará a Austria a un congreso de migración, uno de los temas que estudia desde hace tiempo. Otro tema, al que ha dedicado investigación, vida y un libro publicado, es el de Catarino Garza.
La diplomática Moreno Rodríguez lo contactó hace dos años para que colaborara en el proyecto de búsqueda, cuenta el profesor de la Universidad de Portland, autor del libro “La revolución de Catarino Garza en la frontera entre Texas y México” (Catarino Garza’s Revolution on the Texas-Mexico Border). Young conoce a los descendientes de Garza, que viven al sur de Texas y California, y la puso en comunicación con ellos.
La ahora embajadora de Chile conoció a Carlos Tijerina, bisnieto de Garza en el sur de Texas, le habló del proyecto de búsqueda, de las dificultades de la identificación y de la idea de repatriar sus restos cuando fueran encontrados y volverlos a enterrar en México.
Si identificar a una persona recién fallecida tiene complicaciones, que alguien haya muerto hace más de 100 años, suma obstáculos en el proceso. Y si Garza era localizado en Isla Colón, ¿cómo sabrían que los restos eran de él, con qué ADN confrontarlo? El gobierno de López Obrador puso en marcha otra parte del plan.
Por medio del consulado de Brownsville, en Texas, solicitó la autorización de Tijerina y de su familia para desenterrar a un hermano de Garza, pero cuando abrieron la tumba sorpresivamente no encontraron el cuerpo. Después, pidieron desenterrar a una de las dos hijas de Garza, Angelita Garza Connor, pero no pudieron obtener material genético de sus restos. Finalmente fueron a la tumba de la otra hija del revolucionario, Virginia Garza Connor, y consiguieron una muestra de ADN, cuenta el propio Tijerina en una entrevista con Animal Político.
Las exhumaciones se hicieron en cementerios de California y Texas.
A Tijerina le dijeron que buscarían la identificación haciendo pruebas de ADN mitocondrial, que establece relaciones de maternidad y hermandad. Es una secuenciación genética muy específica que solo la hacen en cuatro laboratorios en México, uno de ellos está en la Fiscalía General de la República.
El gobierno mexicano, mencionó Tijerina, le propuso firmar una carta en nombre de su familia, que señalara que ellos pedían la búsqueda, recuperación y repatriación de los restos de Garza, pero Tijerna no lo hizo: “Porque no es cierto. Yo no lo fui a buscar. Se los agradezco, y que si quieres le puedo decir eso, pero yo no tengo ni una responsabilidad”, dice con sencillez.
“No quiero que en el futuro alguien esté diciendo: Mira, por tu bisabuelo nos dieron más importancia que a miles de personas, ¿okay?, aquí estamos en la frontera. Yo sé lo que es aquí y dónde están desapareciendo (las personas)”, añade, mezclando palabras en inglés y español.
Tijerina está entusiasmado y feliz con la idea de saber dónde quedaron los restos de su bisabuelo porque con esto completará una parte de su historia incierta, pero considera que para honrar su memoria no es necesario tanto dinero.
“Yo creo que en este caso todo está gastadera sí es demasiado, yo preferiría que hasta en México pusieran una placa en el cementerio de los nacionales”, dice el bisnieto de Garza, de 78 años.
“Que pongan una estatua de él en el cementerio de los nacionales o no sé qué tengan, y una placa. Y con eso se acaba”.
El historiador Young describe a Garza como un feroz crítico del régimen autoritario, un firme defensor de la prensa libre en México y un creyente en fronteras más abiertas. Dice que es imposible saber qué pensaría Garza de AMLO, pero cree que no simpatizaría con la conferencia matutina cuando ataca a los periodistas y tampoco con el acoso a los migrantes en la frontera por parte de la Guardia Nacional.
“Convertir a Garza en un héroe nacional sin tomar en serio todas sus ideas es un flaco favor para él y su legado”, escribió en una editorial de Time en abril.
Ya en entrevista, enfatiza que como historiador es más importante rescatar la historia y las memorias en los archivos que los restos: “Rescatar los huesos es más un acto político nacionalista que no tiene mucho que ver con la historia”.
Créditos: Tomado del portal Animal Político, reportaje de Wendy Selene Pérez
https://animalpolitico.com/politica/amlo-busqueda-general-catarino-garza-panama
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