Rolando Daza
Apunte:
El liderazgo es una habilidad, una distinción que pone presiones sobre las personas y, a veces, puede parecer que no hay margen para el error. Debido a ello, los líderes pueden verse desafiados por la creciente necesidad de que cada decisión que tomen sea exitosa.
Muchas decisiones que se tomen como líder probablemente no van a resultar como esperan, y es aquí donde surge la oportunidad de aprender. Como líderes debemos sentirnos fuertes, incluyentes y viendo el futuro al tomar decisiones riesgosas y que pueden fracasar. Es el momento para el líder, tiene la oportunidad de crecimiento y adoptar los aprendizajes. Resaltar una decisión que no salió como se planeó puede ser un desafío. Reflexionar sobre lo que podría haberse hecho mejor, ayuda a evitar la misma situación y permitirá crecer como líderes. Una habilidad relacionada con este tema es la resiliencia. La capacidad de recuperarse rápidamente de los fracasos y aprendizajes es una habilidad crítica que todos los líderes deben aprender.
En la actualidad la mayoría de las industrias exige estar abierto a evolucionar que se traduzcan en una toma de decisiones ágil. Comprender esto y generar conocimiento entre el equipo, facilitará avanzar, adaptarse y tomar decisiones más exitosas. Es importante el compartir estas situaciones con otros líderes dentro de la organización para promover la fortaleza, la autenticidad y los aprendizajes que se requieren.
En este proceso, hace falta una parte que impulsa a una persona que lidera una empresa, su influencia para hacer que las cosas o acciones sucedan. El liderazgo va más allá de un enfoque único; las circunstancias, los desafíos y los equipos están en constante evolución. Por lo tanto, no existe una forma de “liderazgo perfecto” aplicable en todo momento. La clave reside en adaptarse a los requerimientos que se tengan, practicando un liderazgo situacional.
Cada empresa atraviesa periodos distintos. En momentos se encuentra lanzando nuevos productos o servicios, abriendo mercados o consolidando su presencia. En estas situaciones, se requiere un líder que inspire, alguien capaz de movilizar al equipo hacia una visión clara y ambiciosa.
Hay etapas menos optimistas, sea por complicaciones internas o por presiones externas, como la economía del país. Es necesario ser un líder resolutivo, incluso si eso implica adoptar un enfoque más inflexible. Esta visión es efectiva en emergencias. El éxito a largo plazo no se construye solo con decisiones rápidas, sino también con la capacidad de crear un entorno donde los empleados se sientan valorados y respetados.
Por otra parte, cuando la situación cambia y el equipo está desmotivado, es conveniente adoptar un enfoque humanista. Concentrarse en las personas, reparar relaciones y generar un ambiente de confianza y apoyo. Significan un desafío, especialmente cuando los conflictos han escalado y conducen a ajustar la plantilla para aliviar la presión para reconstruir.
En etapas donde la empresa busca trazar la rentabilidad, es crucial estar dispuesto a modificar el enfoque de nuevo. Es preferible centrarse en la eficiencia y en la consecución de resultados tangibles. Si una compañía ha crecido demasiado deprisa, tal vez sea prudente reducir la operación para sobrevivir y orientarse hacia las ganancias.
Un LÍDER no solo considera el presente, observa el futuro y decide que captar capital es a menudo necesario; debe convertirse en un promotor que transmita confianza. Los inversionistas van más allá de las cifras, apuestan a directivos con una visión creciente y una excelente conducción del equipo.
Es fundamental ser flexible, saber adaptarse y tener versatilidad; ningún líder, por más preparado que esté, aplica un único estilo en todas las circunstancias. El más efectivo es quien ajusta su enfoque según la situación.
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