Juan Miguel Alcántara Soria
El martes pasado la subpresidenta de la República se confrontó con la presidenta de la Suprema Corte, la ministra Norma Piña, quien rindió el último informe de un Poder Judicial Federal independiente. La subpresidenta Sheinbaum no asistió y sí la injurió al día siguiente. La ministra presidenta dio un testimonio valeroso: “Partamos de que estamos ante un escenario sin precedentes a nivel mundial”.
La ministra acusó que hace más de seis años inició “una campaña dirigida a la anulación de la autonomía del Poder Judicial Federal para sujetarlo a lógicas electorales y partidistas (que) se intensificó -inclusive de manera violenta- cuando la Suprema Corte de Justicia y sus integrantes actuamos, como nos corresponde, como un Tribunal Constitucional”. Denunció que ataques y amenazas de López Obrador a los ministros arreciaron por las sentencias relacionadas con el traslado de la Guardia Nacional al Ejército, el invalidar como “seguridad nacional” las megaobras del obradorato, y su plan B electoral: “Cada vez que la Suprema Corte resolvió uno de esos casos, las y los ministros que votamos en contra de lo que el gobierno percibió como contrario a su proyecto político, fuimos acusados de traidores, corruptos, aliados de minorías rapaces y de la delincuencia organizada y de cuello blanco. E incluso se realizaron alegorías en ataúdes de algunos de nosotros”. “Todo por ejercer nuestra función como jueces constitucionales, de cara a la sociedad”. “… abiertamente se nos acusó por no ser parte de un proyecto político dominante”. Expuso: “Se está innovando a partir de una narrativa falsa, infundada, pero repetida tan consistentemente que ha parecido convertirse en verdad. Nos encontramos, entonces, ante un caso típico de posverdad, en el que las apelaciones a las emociones, creencias y sentimientos han tenido más influencia en la formación de la opinión pública y de los actores políticos, que los hechos objetivos y verificados”. “A mi juicio, ninguna falla justifica la eliminación, de tajo, de la carrera judicial; menos aún, el establecimiento de un sistema que, según la experiencia comparada, no solo no abona a la impartición de justicia, sino que la politiza”. Deseó se proponga “construir un mejor sistema de protección de los derechos humanos. Un mejor sistema de contrapesos entre los poderes del Estado. Esto sólo se verá con el tiempo”. Por su parte, la subpresidenta acusó a Piña de “defender al viejo régimen de corrupción y privilegios”. Refirió la sección “Jueces que favorecen a presuntos delincuentes”, de las mañaneras, en las que se dio información sesgada y sin sustento de por qué jueces daban amparos a presuntos delincuentes (sobre todo, por deficiencias del Ministerio Público).
Fue el último informe de nuestro Tribunal Constitucional. Con la elección de nuevos ministros y jueces tendremos un Poder judicial alineado a lógicas electorales y partidistas, y sobre todo, obsequioso con el poder, no protector de los derechos humanos. Los poderes públicos, y el INE, estarán controlados por los 4t: el presidente Obrador, la subpresidenta Sheinbaum y los coordinadores parlamentarios morenistas, pateándose entre sí y al país. Reconozcamos a los ministros que defendieron el Estado de Derecho. La historia juzgará a las ministras dobladas y al traidor. La elección de jueces y ministros será un desastre. Al INE le recortaron diputados esta semana ingresos, y alega que no habrá con qué instalar todas las casillas. Viene fraude electoral. Tendremos tribunales como en Cuba, Venezuela o Bolivia, controlados por dictadura partidista. La ciudadanía tiene qué hacer.
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