Saúl Escobar Toledo
Hace pocos días el presidente de EU visitó Japón y en ese país anunció la posible creación de un nuevo bloque económico para, afirmó, contrarrestar la hegemonía de China y reafirmar la influencia de su país en la región.
Este anuncio se hace cinco años después de que su predecesor, Trump, retiró a EU de un tratado comercial que había sido impulsado por otro presidente, Barak Obama, el TPP o Acuerdo Trans-Pacífico.
El nuevo bloque reuniría a países como Japón, Corea del Sur, y la India y se propone establecer nuevas reglas comerciales: se la bautizó como “Indo-Pacific Economic Framework” (IPEF), que podría traducirse como Marco Económico Indo-Pacífico. En total serían 13 miembros, incluyendo además de EU, a Australia, Brunéi, Indonesia, Malasia, Nueva Zelandia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. Juntos, representan el 40 por ciento de la economía mundial, una población de 2 mil quinientos millones de personas y el 40 por ciento del producto bruto global. Se trata de una zona que ha tenido los ritmos de crecimiento más elevados del mundo.
Con el IPEF, según el gobierno demócrata, se están construyendo las nuevas reglas del comercio del siglo XXI y una pieza central para restaurar el liderazgo económico de EU en la región.
Estas nuevas reglas, sin embargo, no contemplan la apertura de los mercados, como lo hacen los acuerdos comerciales, lo que pone en duda su importancia. En realidad, hay muchas dudas acerca de lo que el IPEF realmente representa a pesar del optimismo del gobierno Biden.
Hay que recordar que hace pocos meses China logró un pacto comercial con 15 países de Asia Pacífico. La mayoría de las naciones que se aliaron con China ahora también aceptaron formar parte del IPEF con Estados Unidos.
De esta manera, algunos países podrían pertenecer a tres acuerdos distintos: el que encabeza China, el TPP, y el que recientemente proclamó EU. Otros países como México y Canadá, que forman ya parte del TPP, además son socios en el T-MEC y no estarían en el IPEF recién anunciado.
Esta sopa de letras puede parecer confusa. Y lo es, no sólo por la diversidad de membretes sino también porque, particularmente en el caso de Asia, la competencia entre China y EU pasa por una feroz disputa de los socios comerciales.
Lo poco que se sabe hasta ahora del IPEF es que está basado en dos ideas, aparentemente contradictorias: disputarle a China su hegemonía en la región y establecer acuerdos con diversos países, pero sin negociar una reducción de aranceles o abrir sus fronteras a los socios del bloque. De lo que se trata, dicen los estadounidenses, es de elevar los niveles laborales y del medio ambiente. Y, afirman, se enfocará en cuatro metas sustantivas: coordinar esfuerzos para asegurar las cadenas de abastecimiento; expandir la producción de energías limpias; luchar contra la corrupción; y ensanchar el comercio digital.
El IPEF se presenta además como un mecanismo flexible en el que cada país puede escoger en cuáles de estas cuatro áreas establecerá sus compromisos, y no obligatoriamente en todas. Se espera iniciar las negociaciones en junio o julio y tener listos los primeros resultados entre 12 y 18 meses para someterlo a la ratificación de cada gobierno.
Los ambientalistas y los grupos sindicales tendrán un lugar prominente en la mesa de negociación, dijeron los convocantes, aunque algunos de estos grupos, en EU, ya mostraron su escepticismo: consideran que el comercio digital acelerará la contratación de servicios (y empleos) fuera de EU en especialidades como medicinas y otros servicios industriales.
Muchos analistas, después de conocer el anuncio de Tokio, se preguntaron si el IPEF es viable ya que no ofrece ventajas comerciales a sus integrantes y, al mismo tiempo, los obligaría a someterse a las reglas que EU exige en materia laboral y de medio ambiente.
Para algunos medios empresariales de EU, como Bloomberg, el IPEF debe ser el peldaño para llegar a un acuerdo de libre comercio. Por lo tanto, aseguran, sus términos deben ser replanteados y Estados Unidos debería unirse al TPP despreciado por Trump y no andar inventando nuevos mecanismos poco comprensibles.
En otras palabras: EU, en su afán de “frenar a China y sus agresiones” como dijo el secretario de Estado Blinken, está buscando aliados o, por lo menos socios, para cercar al gigante asiático. Sin embargo, sus esfuerzos se riñen con su necesidad de asegurarle a sus clientelas políticas internas, sobre todo al interior del Partido Demócrata, que no regresará a los viejos acuerdos de libre comercio que han auspiciado la salida de empleos a otras partes del mundo.
¿Por qué es importante entender este escenario tan complejo y qué efectos podría tener para México?
Por lo pronto, habría que destacar que la posición contradictoria del gobierno Biden quizás esté mostrando que se encuentra en una situación muy frágil: el IPEF anunciado en Tokio no sólo tiene objetivos externos, también busca fortalecer su posición frente a las próximas elecciones de noviembre. Para ello, quiere mantener un difícil equilibrio entre los sectores de votantes, especialmente de la clase obrera industrial que simpatizaron con Trump y los republicanos, los cuales ya no quieren más libre comercio; y otro sector, beneficiado por la globalización, que reclama nuevos acuerdos que sigan abriendo las fronteras nacionales en diversas partes del mundo. Los primeros exigen, como en el caso de México, acciones de represalia y vigilancia cercana para que las empresas no abandonen EU aprovechando fuerza de trabajo más barata y menores costos ambientales; los segundos, creen que la libre movilidad de capitales y mercancías de seguir siendo la base de la prosperidad de EU.
Esta ambigüedad puede resultar catastrófica para la administración demócrata si los electores y los grandes consorcios advierten que Biden no queda bien con nadie. De esta manera, podrían retirarle su apoyo.
Un vuelco electoral severo, en EU, tendría consecuencias para México ya que podría orillar a un nuevo replanteamiento de su política con nuestro país en varios aspectos, algunos incluidos en el T-MEC. Un congreso controlado por los republicanos podría endurecer las reglas de este acuerdo y frenar el comercio entre ambos países
Sin embargo, por otro lado, hay quien asegura que estamos observando una nueva ola de inversiones externas en nuestro país para tratar de sustituir la producción que hoy se elabora en China. Según un reportaje del New York Times, de diciembre de 2021, varias empresas se han dado cuenta de que es mejor que las cadenas de abastecimiento estén cerca geográficamente: una cadena más corta, es más fuerte, dicen ahora, después de sentir los efectos de la pandemia y el bloqueo de los puertos. Ello implica cambiar de lugar las fábricas de China a México, de preferencia al norte de nuestro país, donde la fuerza de trabajo es barata, hay muchos terrenos disponibles y la frontera está a muy poco tiempo por carretera. Estamos hablando, dicen, de Ciudad Juárez, Tijuana, Reynosa, Matamoros y Piedras Negras. A esta transformación, los inversionistas la llaman “near-shoring” y afirman, según el NYT, que se trata de una ola que apenas está comenzando pero que será “de largo plazo”. Si lo anterior se confirma, habrá fuertes presiones para hacer más flexible el T-MEC, sobre todo en la parte laboral.
En resumen, en EU se libra una lucha interna cuyos resultados son difíciles de prever. México es una pieza de este complejo escenario. Lo que está en juego, sin embargo, afectará al mundo.
Por ello, en vista de las contradicciones e incertidumbres que afectan al gobierno de Biden y a sus políticas comerciales, tendríamos que pensar en que nuestra integración económica a EU, tal cual está planteada hoy, no puede ser la única vía para nuestro desarrollo. Otras alternativas son posibles, pero requieren imaginación, consensos y decisión política.
saulescobar.blogspot.com
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