Rolando Daza
Apunte:
Estamos inundados de artículos, de reflexiones en torno al establecimiento de nuevas reglas a nivel internacional; todos tienen algo en común: lo disruptivo. La palabra disruptivo se utiliza como adjetivo para señalar una ruptura brusca, lo cual sucede al mundo, se vive una realidad cambiante, alterable, inoportuna. Los movimientos disruptivos han existido a través de los años y, en diferentes épocas de la historia, fueron alteraciones drásticas que transformaron etapas.
La llegada de Trump a la Casa Blanca, apunta a un gobierno disruptivo por decreto, presente el tono autoritario, impositivo de una persona que relega a la ley, al sistema institucional y el orden mundial. Ya no es tan solo el discurso escandaloso para provocar reacciones y generar distracción mientras se ocupa de lo que verdaderamente le importa, los negocios, que no los ciudadanos, los habitantes del mundo.
Comentemos, con el pretexto de mejorar la eficiencia gubernamental, Trump ha empoderado a Elon Musk para poner en práctica una serie de medidas que rompen el orden institucional al interior de su país. Es un empresario con fines económicos, carece de toda formación como servidor público (aplica también a Trump). Permitir a Musk el acceso al servicio de pagos del Departamento del Tesoro, a los registros fiscales de empresas norteamericanas, derrumba la estructura imparcial del gobierno.
Atacar a los jueces (dónde hemos visto algo semejante), despedir empleados del gobierno federal, eliminar dependencias, se orienta por la obsesión de los hipermillonarios por reducir el gobierno. Destruyen instituciones de la democracia que sostienen los equilibrios y contrapesos para evitar el capitalismo atroz en el país vecino.
Otro aspecto a comentar, es el retorno del imperialismo. Las advertencias a Dinamarca por Groenlandia, a Panamá por el canal, el rechazo de palestinos en Gaza, y recientemente el “negociar” con Rusia la terminación de la guerra con Ucrania, son arrebatos de un líder por un poder perdido. Se trata de un presuntuoso que pretende imponer un estilo imperial de alianza solo con los grandes y poderosos: Rusia, China. Bajo este escenario, el perdedor es Europa (Latinoamérica es un peón más), cuyos principios democráticos, con peleas internas en múltiples países (incluyendo Alemania que cambia su gobierno), pero con un respeto al Estado de derecho y a los equilibrios institucionales.
Este imperialismo provoca la división en regiones donde aplican sus criterios, porque son los grandes y los poderosos. La guerra comercial afectará a los de menor tamaño. México y Canadá, los más afectados, encontrarán algunas vías para negociar y desplegar una mínima presión, que por supuesto parezca colaboración y no desacato.
El nuevo orden mundial que Trump busca edificar, ha ofrecido ya concesiones ilegales a Rusia para concluir el conflicto. La gran perdedora será Ucrania. El apoyo de Washington inclinará la balanza a favor del invasor. Europa tendrá poco o nada que decir ante la evidente necesidad de no confrontarse con los Estados Unidos.
Bajo este nuevo orden, en los siguientes años, los únicos contrapesos podrán ser los mercados internacionales. La pronosticada inflación que provocarán sus aranceles, generará el descontrol interno de la población. Si la economía de EUA no registra crecimiento y derrama que beneficie a toda la población, su mensaje imperial podría ser el más efímero de la historia.
Posdata: Los aranceles para México y sus exportaciones hacia USA, van adelante.