Juan Miguel Alcántara Soria
El jueves pasado participé en el conversatorio “La Democracia Interna de los Partidos Políticos a debate”, organizado por la División de Derecho, Política y Gobierno, de la Universidad de Guanajuato. Buscó evaluar calidad democrática y viabilidad de partidos. Expuse ideas-fuerza que en apretada síntesis comparto.
(1ª) Qué entendemos por democracia. Desde las polis griegas las democracias presuponen ciudadanos que piensan, deliberan y deciden en común sobre la “cosa pública”. El intercambio de ideas es esencial a la democracia-método. “El principio de deliberación democrática” -recién resaltado por la Suprema Corte de Justicia- es central, no sólo para los parlamentos, sino en toda institución o espacio democrático. Los seres dotados de razón ven su realidad común, la enjuician, deliberan sobre las opciones que tienen, y resuelven lo que consideran mejor para lograr la democracia de contenidos económicos, sociales o políticos. No hay democracias sin demócratas: ciudadanos con deberes y responsabilidades. “No es pueblo lo que nos falta. Lo que nos falta es ciudadanía”, decía Efraín González Luna. Y seguimos con éste déficit, por deserción de grandes empresarios, dirigentes sociales, y de las masas. “Es mayor el número de los sordos, oportunistas o cobardes, que de los decididos y activos”.
(2ª) Los partidos padecen calidad democrática. El PAN, con conducción cupular, centralista, grupera, cerrada a la ciudadanía. Hace mucho dejó de deliberar y de ser Escuela de Ciudadanía. La última asamblea nacional extraordinaria, en 2022, que reformó sus estatutos ¡votó no discutir proyectos a su consideración, solo aprobarlos mecánicamente! No hay convenciones que discutan plataformas políticas, programas de gobierno o perfiles de precandidatos, como era su añeja vocación deliberativa. El PAN de normas, usos y costumbres democráticas se transformó en red de franquicias de jefes estatales -los gobernadores donde los tiene, o de dirigentes-, que deciden unipersonalmente candidaturas a regidores, alcaldes, legisladores y gobernadores, sin votación de la militancia. En las últimas elecciones, y en la que viene del 2024, con el pretexto de ir en coalición, el presidente nacional, con franquiciatarios locales, agandallan derechos, candidaturas y presupuestos. Usan a la Comisión Permanente Nacional, órgano levanta-dedos, validadores de todo lo que envían caudillos, sin modificar amarre alguno.
El anuncio reciente de Marko Cortés de exigir a aspirantes a la candidatura presidencial un nivel mínimo de conocimiento de 40% entre la población, de 15% de intención de voto, y adhesiones de casi un millón de ciudadanos, es ocurrencia personal, no votada en el partido, ilegal, costosa, inoportuna. Favorece a Santiago Creel, un catrín que no conecta con sectores populares. Al hilo: el impresentable diputado Romero, en la Cdmx, margina a Xóchitl Gálvez, la aspirante más competitiva, incluso en la presidencial. El de GTO busca descarrilar a la alcaldesa de León, aspirante a gobernadora más competitiva; el gobernador, intenso, impulsa a su secretaria de desarrollo social, con todo descaro.
(3ª) Estas actitudes antidemocráticas afectan la eficacia del sistema de partidos, y la representatividad, legitimidad y gobernabilidad democrática del país; exhiben negociaciones a espaldas de la militancia, fomentan la corrupción y el abuso en los cargos públicos y partidistas; impulsan ineptitudes, amiguismo y nepotismo; se desentienden del bien público; y desencantan con la democracia. La exhibición de ilícitos del cártel inmobiliario de Benito Juárez, en la Cdmx, afecta cohesión, prestigio y viabilidad del partido
(4ª) Toda acción consciente y libre es una posición frente al bien o al mal, incluso en el espacio público –de bien o mal común-, y es por tanto de índole moral. Los ciudadanos debemos exigir a los partidos cumplan sus fines y deberes como entidades de interés público que son. Al PAN, que recupere esencias democráticas, busque a los jóvenes. Y del PRI del traidor “alito”, más vale ir solos. Abiertos a la ciudadanía, con elecciones primarias, para no vivir otra “docena trágica”. ¡Democracia, ya!
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