La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elevado la clasificación de la cepa BA.2.86 del SARS-CoV-2, detectada por primera vez en los Estados Unidos en agosto pasado, declarándola como una «variante de interés». Según la última actualización del rastreador de variantes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), esta variante se ha consolidado como la tercera más común y es responsable de uno de cada 11 nuevos casos de COVID-19.
A pesar de que han pasado casi cuatro años desde el descubrimiento del SARS-CoV-2 en China, la persistencia del COVID-19 como tema relevante demuestra la vigencia del virus. La falta de datos sobre la última variante y su rápida propagación son motivo de preocupación en la comunidad científica.
Inicialmente catalogada como «variante bajo seguimiento» por la OMS, la cepa BA.2.86 ha escalado un nivel, aunque aún no ha alcanzado la designación más crítica de «variante preocupante». La prevalencia de esta variante ha mostrado un aparente aumento en las últimas dos semanas, aunque se reconoce que a menudo se sobreestima el crecimiento en las primeras semanas de seguimiento.
La Dra. Maria Van Kerkhove, líder técnica de la OMS en COVID-19, ha destacado en redes sociales un «aumento lento y constante en su detección en todo el mundo». La OMS considera crucial caracterizarla como una «variante de interés» para impulsar la vigilancia global y fomentar investigaciones que ayuden a comprender si esta variante causa enfermedades más graves o es más evasiva para el sistema inmunológico.
Aunque la cepa BA.2.86 parece tener una ventaja en su propagación, no parece causar una enfermedad más grave, según la Dra. Van Kerkhove. La OMS ha realizado una evaluación de riesgo y ha concluido que, actualmente, el riesgo para la salud pública a nivel mundial es considerado bajo, gracias al alto nivel de inmunidad de la población debido a infecciones previas y vacunación.
La variante BA.2.86, apodada «Pirola», ha llamado la atención debido a sus similitudes con la cepa Omicron original (BA.1), que se propagó rápidamente en noviembre de 2021. A pesar de tener más de 30 mutaciones en sus proteínas de pico, estudios sugieren que BA.2.86 perdió parte de su capacidad de infectar células a medida que desarrolló nuevas mutaciones. Aunque no evita por completo la inmunidad, los expertos advierten contra el exceso de optimismo y señalan la posibilidad de que futuras variantes derivadas de BA.2.86 puedan presentar desafíos adicionales.
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