Juan Miguel Alcántara Soria
Estamos aquí porque se nos pegó la gana: somos y nos sabemos libres. Estamos aquí, porque quedarnos en casa, callarnos, o mirar a otro lado, no es opción. Sería colaborar en la destrucción desde los cimientos de la casa de nuestros padres, que es la Patria. Y debemos defender libertades y derechos, claramente amenazados o dañadas, como están la mayoría de las instituciones republicanas, representativas, democráticas y federales que nos dimos, salvo las militares. Por quien desde 2006 dijo “al diablo las instituciones”. De no hacerlo hoy, no podremos ejercerlas mañana. Estamos aquí, porque somos pueblo, no masa. “Las masas nunca han sentido sed por la verdad. Adoran los errores que les enamoran. Quien los engaña es su dueño”. Somos ciudadanas y ciudadanos dueños de nuestro destino y que sabemos nuestros deberes, como nuestros derechos. A nuestra joven democracia la amenaza, hoy, quien está dispuesto a todo para conservar el poder. Quiere cambiar al árbitro electoral, y miente a diario. Dijo que los millones que hoy marchamos somos «corruptos». Un intolerable tufo dictatorial nos amenaza. Mucho apesta el mentiroso, el resentido, el irresponsable monarca sexenal que vive en palacio virreinal, quien alega que aún viviendo ahí no es quien más ingresos gana. Y sí destruye, destaza nuestra frágil democracia, levantada en varias generaciones, con sangre, sudor y lágrimas.
Que el vengador desaparezca el servicio profesional electoral, o deje sin credencial del INE a millones de ciudadanos que la soliciten. Y que para solicitarla debamos acudir a distancias u otras ciudades por la desaparición de las juntas ejecutivas que hoy existen en los 300 distritos del país; y tramitarlas solo en tiempos electorales, cada 3 años, cuando se activarán los órganos electorales no profesionales. Que no puedan ejercer sus derechos ciudadanos de votar y ser votados miles de ciudadanas y ciudadanos. Que se descarrilen los procesos electorales al no integrarse ni capacitarse bien la totalidad de las mesas directivas de casilla. Que no haya mecanismos confiables para conocer los resultados aproximados el mismo día de la elección. Ni custodia adecuada de los paquetes electorales. Que el INE deba realizar las mismas tareas con menos recursos y destruido el servicio profesional electoral. Que el gobierno ahora diga quién vota desde el exterior. Todo ello nos desafía. Vendrá el turno de la Suprema Corte de Justicia.
Encaucemos el coraje ciudadano. Evitemos dolor evitable. No acabemos como Cuba o Nicaragua. No seamos cómplices en devolver al gobierno la conducción de los procesos electorales. Silencio o apatía colaborarían a esa regresión. Quien se hace gusano no se queje si lo aplastan. La democracia electoral no garantiza que lleguen las o los mejores. Pero sí facilita corramos a los peores, a condición de que haya pueblo que analice, delibere, evalúe, decida, vigile.
Al construir nuestro futuro, veamos a niñas, niños, adolescentes o jóvenes que hoy viven también con desesperación o rencor. Ellos también están ante dilemas: construir o destruir, vivir o morir. Ellos tendrán su propia cita con la historia. Nos toca asegurarles sea en democracia. Porque sin duda, la historia registrará también el asombroso silencio de los buenos, que son solo eso, buenos.
Cuidemos nuestra democracia para que ella nos cuide a todas y todos. Estamos aquí, como están hoy compatriotas en 110 ciudades, 21 de éstas en otros 8 países. De nuestro estado, marchamos en Leon, Celaya, Guanajuato, San Miguel Allende, y aquí en Irapuato, donde nos congregamos, mujeres y hombres libres de Salamanca, Silao, Pénjamo, Abasolo, Pueblo Nuevo, Cuerámaro y Huanímaro, entre otros. Preparémonos para una lucha larga. Esfuerzo, lágrimas y sudor habrá, nuevamente. Qué espléndido paisaje el de las marchas de miles de mexicanas y mexicanos que se saben libres, y que reconocen que la realidad y la calidad de nuestra democracia depende de todas y todos. No del dictador en turno. ¡Viva México!
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