Juan Miguel Alcántara Soria
José Woldenberg, expresidente del IFE -hoy INE-, escribió el martes 13 en El Universal: “¿Votar o no? Volver al tema”. Tomo una premisa y una conclusión: “La idea de elegir por voto universal a jueces, magistrados y ministros es pésima porque integra a éstos a la lógica de la política, contraviene una tradición de más de 170 años que buscó que los juzgadores no estuvieran condicionados por los vaivenes de la lucha política, y la forma en que serán electos carece de las garantías de imparcialidad, equidad y transparencia que se construyeron en las últimas décadas.
“Se trata, muchos lo han escrito, de deshacerse de un poder que no se plegó a los caprichos del expresidente López Obrador y de construir uno a imagen y semejanza de la coalición gobernante. No se trató de una reforma más o de una ocurrencia insubstancial. Por el contrario, devela con toda nitidez la pretensión de subordinar a todas las instituciones que conforman el Estado a la voluntad de la fuerza mayoritaria. Es un asunto escandaloso y colocará al país en los linderos de un sistema autoritario, en el cual las personas difícilmente tendrán instrumentos para defenderse legalmente de los caprichos y acosos del poder…
“No obstante, las elecciones se llevarán a cabo, y dado que no se requiere un mínimo de votación para que sean legales, de ellas saldrá una buena parte del nuevo poder judicial incluyendo a la Corte. A querer o no, resultarán estratégicas para el futuro del país. ¿Qué hacer entonces? Quizá la pregunta sea tardía. Si los ciudadanos que acudan a las urnas votan cada uno a como les suenen las candidaturas, tendremos una dispersión impresionante de los votos, y un candidato podría ganar con un porcentaje irrisorio de los sufragios. Eso lo sabe cualquiera. Por ello, grupos de Morena y, peor aún, hasta grupos delincuenciales, es muy probable que diseñen “planchas”, listas de candidatos que circulen entre sus fieles para “orientar” el voto.
“Si ello es así, no estaría mal que alguna entidad, digna de crédito, publicitara qué candidatos tienen las calificaciones necesarias para ocupar el cargo y son independientes del gobierno, para de esa manera no dejar todo el terreno libre a la aplanadora gubernamental. Ir a la urna para votar por lo que a uno se le ocurra carece de sentido. Pero si existen listas independientes, ajenas a la coalición gobernante, puede tener sentido por lo menos para que los autoritarios no se lleven todo el pato al agua”.
En la lógica de tomar decisiones, sin validar violaciones al Estado de Derecho, entidades dignas de crédito se han dado a la tarea de revisar perfiles. Comparto avances de 2 esfuerzos inéditos, descomunales. El primero a la luz pública es el de Defenxores, conducido por Miguel Alfonso Meza. Diseñaron un semáforo, con rojo por quiénes no votar. Se difunde en medios nacionales e internacionales. Ver en: https://eleccionjudicial.defensorxs.com/
Y otro, por quién sí votar, de candidaturas para la Suprema Corte, Tribunal de Disciplina y Tribunal Electoral. En la página del Instituto Mexicano del Amparo, que preside el jurista Hugo Arriaga Becerra, hay nota explicativa, y lista de quiénes se consideran idóneos. En una votación compleja y riesgosa para el Estado de Derecho, el que habrá que reconstruir: www.institutomexicanodelamparo.org.
Son insumos de conversación pública para toma de decisiones democráticas. Hay más esfuerzos a ponderar de candidaturas a magistrados y jueces de distrito. El perfil básico sugerible en cualquier nombre es ser independientes del gobierno (los nombres con PJ o EF al lado). Un real contrapeso de los otros dos poderes públicos. Condición sin la cual vendrá régimen dictatorial. Sin poder judicial independiente no hay democracia.
El populismo obradorista es una amenaza letal para ésta. Busca monopolizar no solo la autoridad política, sino todo tipo de autoridad. Sus listas de planchas o acordeones se están divulgando. Aparte de controlar el poder judicial, van por plataformas de comunicación. Hay candidatos con las calificaciones necesarias, buena parte con carrera judicial (EF o PJ), para que no se lleven “todo el pato al agua”.