Somos humus, somos humanos: provocaciones humanizantes en el miércoles de ceniza

José Rafael de Regil Vélez

Director de preparatorias, Universidad Instituto Irapuato

Miércoles de ceniza… tradición inmemorial que nos recuerda la frase de «polvo eres y en polvo te convertirás» que ha sido dicha por generaciones y pretende que volvamos la vista para recordar que hemos sido creados de la tierra, aun cuando en las personas haya anhelos de trascendencia, «de cielo» en muchos casos.

En los momentos importantes… ¿dónde poner la mirada?

La tradición judeocristiana ha tenido aprecio por muchos símbolos… Uno de ellos: la ceniza. La judía no era una cultura conceptual como la greco-romana. Jesús, por poner un ejemplo, no iba a las plazas a hacer discursos, con razonamientos sofisticados: hacía gestos, narraba parábolas.

Primera mirada: recordar lo humano, como causa de nuestro alejamiento de lo espiritual

Pues bien, en esa manera de entender la comunicación humana, había ocasiones en que las personas caían en cuenta de que su proceder los afectaba a ellos, afectaba a su familia o su pueblo y para mostrar su arrepentimiento se vestían de sayal -la tela que usaba la gente más humilde y se cubrían de ceniza. Con ello mostraban que cuando «no se le atina en la vida a las cosas que humanizan- hay que reconocerse humano… Por más espirituales que sean nuestros deseos y la forma de vida a la que se aspire siempre somos y seguiremos siendo tierra, la tierra de la cual la humanidad fue creada, moldeada, de la que se proviene y a la que se regresa…

Somos humanos, falibles y reconocerlo es requisito para vivir coherentemente. Era el gesto del arrepentimiento, el primer paso de la metanoia o cambio de vida.

Al paso del tiempo se fue creando una manera de ver estos momentos de susceptibilidad a nuestra humanidad: pecamos, nos alejamos del cielo, porque somos humanos, porque pertenecer a la tierra nos hace flaquear, ser débiles, egoístas, lujuriosos, perezosos, envidiosos, ambiciosos… y la única manera para revertirlo es recordarlo y pedirle a Dios que «nos libre», que nos haga participar del más allá… Nos cubrimos del polvo de la tierra para sentirnos incómodos y desear la plenitud de lo espiritual, que nos acerca al cielo… Queremos recordar que somos ciudadanos del más allá y no del más acá.

Se trata, en una manera simplista, de recordar lo humano, para poder negarlo, al menos trascenderlo.

Segunda mirada: embarrarnos de humus, para vivir humanizantemente

Negar el más acá para buscar el más allá… puede ser una trampa. Se puede sospechar que sea, al menos, una salida falsa (¿Ciudadanos del más allá? ¿Ciudadanos del más acá?).

En el día de la ceniza, podemos mirar de manera diferente. Conviene darnos la oportunidad de recordar con humildad que somos humushumanos. Y en la humanidad, en los procesos humanizantes encontramos posibilidades para que desde ya el mundo que nos tocó vivir -en nuestro tiempo, en nuestros lugares- sea aunque sea un poco más digno.

Permítaseme regresar una vez más a los testimonios del pasado: Gloria Dei vivens homo gloria autem homo visio Dei… La gloria de Dios es el hombre vivo y la vida del hombre la visión de Dios. La frase se le atribuye a Terencio y ha sido muy provocativa, en especial para las mujeres y los hombres de los siglos XIX, XX Y XXI.

Más allá de cualquier confesionalidad, la frase nos recuerda que para ver más allá del ser humano hay que volver los ojos al ser humano, y con mirada atenta es posible ver mucho más que todo lo negativo que suele enfocarse cuando se piensa en los pecados…

Las personas somos limitadas, pero también apertura lo ilimitado: la historia de la humanidad nos muestra que el humus es barro, pero también es fecundidad. Embarrarnos de humus es posibilidad de solidaridad, de creatividad, de dialogar verazmente con la realidad, de vivir la intensidad de lo afectivo, de romper -dentro de los límites- los límites en la libertad.

Venimos equipados para crear una vida humanizante, y la historia está llena de acciones -semillas y frutos- de vida humana digna que existen, aunque convivan con lo «indigno». Haciendo nuestra la sentencia de Terencio Soy humano y nada de lo humano nos es indiferente podemos meter el hombro en las causas de lo humanizante que si se las busca con ojos bien abiertos pueden ser encontradas por doquier, allí donde hay mujeres y hombres comprometidos con causas de fraternidad y de justicia en los múltiples niveles de la interacción humana: procesos personales, familiares, vecinales, estructurales locales, regionales, globales.

Un simbolismo del pasado que en el hoy nutre la esperanza y el compromiso

El miércoles de ceniza mirado con ojos humanizantes puede ser una efeméride (La desgracia del tiempo plano… Resignificar la vida resignificando los días) provocadora, convocadora… La invitación para darnos un tiempo personal y comunitario en el que recordemos con humildad que el humano viene del humus, esa capa de tierra que se nutre de vida y da vida, en la que también hay piedras y materiales que pueden ser limitantes, pero que no tienen la última palabra.

Embarrarnos en el humus: leer noticias, llenarnos de literatura, cine, teatro, música…. Ver lo que pasa a nuestro alrededor en la casa, en el aula, en la oficina…. Atisbar en medio de todo lo «inhumano» la génesis de lo humano… No se trata de «volar sobre el pantano para no contaminarse», sino de zambullirnos en el barro, que al final es lo que somos. El humus se nutre de los seres que han muerto para dar vida… La muerte da vida.

No es pretensión de estas líneas negar el valor que pudieran tener las prácticas religiosas penitenciales, de arrepentimiento, pero sí la de invitar a mirar la otra parte de la moneda: reconocernos humanos para apostar por lo humano.

Siendo humanos podemos generar -a manera de semilla que dará su fruto- espacios de paz, de diálogo que lleven a un entendimiento mínimo para sortear los desafíos que el mundo que nos ha tocado vivir nos presenta; a un acompañamiento en el que al mirar el pasado veamos que pese a todo lo que mata, la vida sigue siendo un presente, un regalo posibilitante; a la generación en libertad de pequeños espacios de fraternidad, de celebración de la vida que llenan el corazón.

Y en el estar preñados de humanidad podremos quienes queramos, atisbar esperanzadamente señales de trascendencia, de esa vida metacorpórea (espiritual gustan muchos de llamarla) que es prenda de la vida humana realmente y no solo idealmente posible.

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