Una Presidenta de la Corte ¡Sí digna!

Juan Miguel Alcántara Soria
El 5 de febrero, conmemorando en Querétaro el 106 Aniversario de la Constitución Política, la Ministra Presidenta, Norma Lucía Piña, “robó cámara”, sacudió escenario teatral militarista, y resaltó el valor de defender nuestra Ley Fundamental, como quehacer esencial de los juzgadores federales: “es un inmenso y muy poderoso manto protector de certeza, de confianza, de seguridad y, sobre todo, de unión entre las y los mexicanos”, cuya observancia por todas las autoridades del país, “nos permite superar nuestras diferencias y estar de acuerdo en lo fundamental”. Recordó que “la independencia judicial no es un privilegio”, sino principio que garantiza una adecuada impartición de justicia para hacer efectivas las libertades y la igualdad. Y expresó que “Una judicatura independiente es pilar de nuestra democracia. Es el legado que nos transmite nuestra ley fundamental. Tenemos la responsabilidad de preservarla y fortalecerla. De lo contrario, corremos el riesgo de mermar esa garantía en detrimento de las propias personas que nos demandan justicia”. Los Poderes de la Unión, deben trabajar “hombro con hombro, por el bien de nuestro país…”.
Sumisos al despotismo presidencial, cuestionaron discurso y actitud de la Presidenta de la Corte. Pero no cuestionan el escenario impuesto por López Obrador al colocar a secretarios de la Defensa y de Marina a su lado, desplazando a los representantes de los otros poderes, alterando el orden del poder público definido en el art. 49 de la Constitución: 1º legislativo, 2º ejecutivo y 3º judicial. En años anteriores hubo otro contexto escénico. Añora al ministro presidente cortesano, Arturo Zaldívar. Los pesos y contrapesos que Aristóteles descubrió en las polis griegas; y que la Declaración de 1789, en la Revolución Francesa, proclamó; y que Montesquieu difundió (éste indebidamente considerado su inventor por ignorantes del derecho constitucional comparado helénico), hace resaltar la función del juzgador. Función que Alexis de Tocqueville reconoció como elemento definitorio de la democracia, al conceptuarla como “el gobierno de los jueces”, que hay que entender bien, pues esto es función subsidiaria, no primaria: solo para cuando los otros poderes y órganos estatales no pueden, no saben, o no quieren funcionar en el marco de la Ley. Y sí, los jueces están facultados para resolver cuestiones sobre la existencia del Estado de Derecho mismo, como del desarrollo de la forma de gobierno.
Ciudadanos cuidadosos de la República coinciden en apoyar a la Presidenta de la Suprema Corte en su objetivo de conducir al Poder Judicial Federal en la imprescindible tarea de dar a cada quien lo suyo, sean gobernados o gobernantes, para así garantizar el Estado de Derecho democrático, perfilado en nuestra Ley Fundamental. Conducir a toda autoridad a la observancia de las normas que nos rigen, por encima de toda discrepancia. La historia del Poder Judicial, sea federal o estatal, como institución y como personas, tiene luces y sombras también, pero ayer como hoy, su misión es asegurar que los poderes y órganos del Estado no se salgan de madre en su actuación.
Coincidí en las aulas con la hoy Ministra Presidenta, al iniciar la especialidad en Derecho en la UNAM, en 1985, y con otros abogados amigos: Alberto Pérez Dayán –hoy también ministro de la Corte-, Hugo Arriaga Becerra, Luis Pérez de Acha. Del ministro Zaldívar, hoy ex-presidente de la Corte, fui su maestro en el 1º y 5º año, en la Libre de Derecho, a quien consideré talentos de abogado e invité a seminarios. Hoy no hay duda de que Norma Piña es una digna ministra presidenta de la Corte, lo que Zaldívar perdió de vista: ingeniería y contrapesos constitucionales. López Obrador miente al decir que la Ministra Piña es Presidenta de la Corte gracias a él. Por él habría sido la Ministra del plagio, Esquivel. Este sábado condecoró en Campeche al dictador presidente comunista de Cuba -casi mil presos políticos hoy-. (Felipe Calderón condecoró a Nelson Mandela, Rigoberta Menchú, Mario Vargas Llosa). Su cariño como sus odios son muy visibles. Por fortuna ¡tenemos Presidenta de la Corte confiable!

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