Y la filosofía… ¿Para qué #$%&*?

 José Rafael de Regil Vélez

Director de Preparatorias

Universidad Instituto Irapuato

Y la filosofía… ¿Para qué #$%&*? Ese fue el título de una conferencia que di, y quedó que «ni mandado a hacer», porque a lo largo de mi vida esa pregunta la he hecho y me la han hecho una y otra y otra vez.

La primera respuesta que suele venir a mi mente fue la que escuché a Luis Ramos Gómez-Pérez, un fraile dominico ya difunto. Un día, hablaba con los frailes jóvenes en el entonces recién fundado Centro de Estudios Filosóficos «Tomás de Aquino», en León, Guanajuato. Uno de ello preguntó: ¿y de qué me va a servir estudiar filosofía? A lo que mi amigo respondió: simple y sencillamente para que no digas puras #$%&* (entiéndase cualquier palabra soez para referirse a tonterías).

Lo que nos dicen y han dicho no basta

La existencia cotidiana nos va dando una manera espontánea de entendernos y valorarnos a nosotros mismos, a los demás, a las relaciones que establecemos con todo tipo de personas, a los desafíos que el mundo nos presenta y de los cuales tenemos que encargarnos.

Esta comprensión/valoración se nutre de lo que los demás nos dicen explícita o implícitamente a través de los elementos de la cultura en la que vivimos y de lo que nos parecen las cosas y las situaciones que vivimos. Esto es muy útil en un primer momento, porque a partir de ello podemos responder a desafíos diarios, inmediatos, casuales.

A lo largo de la historia ha habido personas que han caído en cuenta de que esto no es suficiente, que hay que desobviar lo obvio.
Por ejemplo: parece obvio que un padre o una madre tiene que criar y cuidar a su hijo, pero si eso sigue sucediendo cuando sus vástagos tienen 30 o 40 años, hay que sospechar y preguntarse ¿qué son y qué no la paternidad y la maternidad? Hay que ir más allá de lo obvio.

Los ejemplos pueden ser muchísimos, prácticamente sobre cualquier cosa: la familia, el trabajo, el juego, la educación, la política, el consumo, la economía, la amistad…

Una visión complementaria

Los antiguos griegos descubrieron que los humanos podemos comprender la realidad de distintas formas. Una, a la que se ha denominado doxa, es la que se basa en lo que lo demás nos han dicho, en los significados que pasan de generación en generación; también en lo que aparece inmediatamente ante nuestros ojos. Todo lo que en realidad no hemos pensado profundamente.

Otra, complementaria, consiste en entender y explicar las cosas por lo que son, no por lo que nos han dicho que son.

Es la visión, el entendimiento, que brota de reflexionar las cosas preguntándonos por sus causas, si realmente son como nos han dicho que son o como nos parecen. Se trata de la episteme, el conocimiento de ciencia, de las cosas por sus causas…

Y allí es donde aparece la filosofía, como una forma de conocimiento crítica, sistemática, metódica, con la que se busca responder lo más razonablemente posible a tres preguntas: ¿Por qué son las cosas?, ¿Qué son las cosas?, ¿Para qué son las cosas?

Este ejercicio nos permite posicionarnos más humildemente, pero también más firmemente ante la realidad y los desafíos que nos presenta.

Otro ejemplo: entre educadores y entre familias de educandos, especialmente de escuelas particulares, suele decirse que los estudiantes son los clientes y que hay que darles el servicio que compran. Incluso hay escuelas que actúan así. Si los alumnos son clientes consumir lo que quieran y tiene que dárseles… Es obvio, ¿o no?

Pero si se le piensa bien, la consecuencia de esta explicación es que después de 16 años de ser clientes, las personas escolarizadas, son muy poco capaces de leerse a sí mismos y su mundo, de pensar matemáticamente, de resolver los conflictos tomando acuerdos, de mantener relaciones cercanas y permanentes, de manejar sus emociones, porque se les dio lo que “compraban” y no aquello por lo que se asociaron a la misión de la escuela… Porque es más razonable pensar que los estudiantes y sus familias son socios, no clientes.

Con humildad, pero con firmeza, si uno piensa críticamente en la educación como una sociedad que realizan los distintos miembros de una comunidad educativa, la vida en la escuela sucede de otra manera.

¿Para qué la filosofía?

Para no basar la vida en cualquier #$%&* que venga a la mente, que le digan a uno; sino para dialogar con la realidad y con los demás para encontrar explicaciones razonables, desobviadas de lo que siempre se nos ha dicho, de lo que dicen los demás, de nuestros propios antojos y caprichos; explicaciones que habrá que revisar una y otra vez. Porque lo que va de por medio es la posibilidad de una realización integral de la existencia.

Filosofamos para decidir nuestro actuar, para poder dialogar y buscar el bien común, para aprender de nuestros errores, para encontrar sentido a la vida, incluso cuando todo aquello que pensábamos que era sensato se nos acabe…

La UNESCO, nos recuerda: “Además de ser una disciplina, la filosofía es también una práctica cotidiana que puede transformar las sociedades y estimular el diálogo entre las culturas. Al despertar al ejercicio del pensamiento y la confrontación razonada de opiniones, la filosofía ayuda a construir una sociedad más tolerante y respetuosa. De esta manera permite comprender y traer una respuesta a los grandes desafíos contemporáneos, creando las condiciones intelectuales para el cambio”.

Creo que Luis Ramos Gómez-Pérez no estaba tan errado… La filosofía sirve para no decir tantas #$%&*; para actuar menos #$%&*…

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