Por Marycarmen Soria Narváez
Si solo vivimos en el presente y en el inmediato, más temprano que tarde nos alcanzará la realidad de que con el paso de los años nos volvemos más frágiles y surgen los problemas de salud como el resultado de la forma en que hemos vivido con anterioridad, y entonces nos damos cuenta de lo importante que era haber tenido un estilo de vida saludable, habernos cuidado.
Cuando empezamos a tener problemas en nuestro organismo, entonces nos encontramos con la realidad de un pésimo sistema de salud pública, y de un costoso tratamiento en lo privado; de cualquier manera, el costo y tiempo que se requiere para que un familiar sea atendido es muy fuerte, y esto golpea la economía de las familias.
Ya sea que alguien deje de trabajar para acompañar o cuidar al enfermo, o contratar a alguien, más los traslados a las clínicas y hospitales -y aumenta cuando hay que trasladarse fuera del lugar donde se vive-, entonces de nada sirve quejarnos y enojarnos porque necesitamos ocuparnos en resolver la falta de medicamentos, realizar los tratamientos que se requieren.
El tema de los costos en salud y particularmente a su crecimiento, nos recuerda que los políticos en las contiendas electorales prometen maravillas, y se fracasa una y otra vez cuando los razonamientos de tipo lógico y de base económica no se consideran. El problema de salud es algo mucho más complejo, en primer lugar, por reconocerse como un bien público y un derecho universal, en segundo, todos deberíamos tener como hábito de vida el autocuidado.
El crecimiento de los costos en salud, tiene un origen multicausal; como todo problema de salud que se manifiesta de diferentes maneras y en diferentes combinaciones, habrá quienes sigan diciendo que son por culpa de pasadas administraciones. Otros, están ya exigiendo que a estas alturas del gobierno se hagan responsables, pero la realidad es que no se quieren analizar suficientemente: la corrupción, la deficiente organización de los servicios y el manejo irresponsable de los recursos por parte de los prestadores.
Mientras tanto, las personas que ya están sufriendo en su salud y en los altos costos de atenderse ya sea de manera pública o privada, están resintiéndolo también en su economía y en su núcleo familiar, el enfermo juega un papel central que le posibilita para que haga alianzas o coaliciones en contra de uno o varios miembros de la familia, lo que genera mayor estrés en el grado de disfunción familiar, que además aumenta con el manejo de culpas, resentimientos y temores.
De manera preventiva debemos de cuidar nuestra salud y hablar con nuestra familia de las acciones a tomar en caso de tener una crisis al respecto, y sin duda alguna ser observadores, analistas, críticos y exigentes con los políticos y gobernantes que tienen como responsabilidad el sector salud.
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