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Rolando Daza

Apunte:

Fuerte sinsabor se percibe. Un gran dejo de tristeza, vergüenza e impotencia estamos pasando los mexicanos. Como ha operado en los últimos tres años, la política se impone, lo demás quién sabe si importa.

Leer, escuchar y ver todo lo que se dice en la Corte de Brooklyn, donde se realiza el juicio del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna… han pasado narcotraficantes, policías y funcionarios corruptos.

En estas dos últimas semanas, se ha desatendido en México que la secuencia de los interrogatorios busca la atención de los 12 jurados, no la de nosotros. Lo que observamos no es necesariamente lo que escuchan los jurados, y la forma como atendemos lo que señalan en la Corte es muy distinta a cómo lo puedan hacer los neoyorquinos seleccionados.

Desconocemos qué abogado tiene más competencia en las leyes o en la parte verbal para convencer al jurado, si es culpable o inocente. De la pasarela de testigos de la fiscalía, podríamos comentar que García Luna es un símbolo de lo que percibe el jurado: México es un país deshonesto, que está descompuesto.

Nuestro gobierno pierde la visión de lo que cuesta este juicio a nuestra credibilidad, a nuestra reputación, a nuestro honor como ciudadanos, como nación. Sin conocerse el resultado del juicio sobre García Luna, ante los ojos de un gran número de estadounidenses, y de personas y países en el mundo, somos un estado infiltrado y controlado por el crimen organizado.

Esa es la percepción que se está generando. El veredicto afectará a funcionarios mexicanos y agentes estadounidenses, parte de la premisa de que García Luna sí estaba involucrado con narcotraficantes, generará un conflicto que no podemos dimensionar sus consecuencias.

El caso tiene grandes expectativas en nuestro país, fomentada en las mañaneras donde se ha sentenciado a García Luna meses antes de iniciar el juicio. El veredicto afectará a nuestro gobierno, pudiendo quedar en medio de la tormenta que se desatará. El Times habló del caso de García Luna, comentando del caso del general Salvador Cienfuegos, acusado por la fiscalía de cohecho y narcotráfico… semanas después, “luego de una intensa presión del gobierno mexicano, los fiscales retiraron los cargos y fue liberado”.

La fiscalía de Estados Unidos, ha construido en dos semanas esa concepción, sin importar el perjuicio a México como país. El remate fue el alegato de Zambada, que en el juicio a Guzmán se negó a ratificar la afirmación hecha ante un gran jurado en Brooklyn de haber entregado 5 millones de dólares a García Luna porque, dijo en ese entonces su abogado, ante el riesgo de no poder respaldarla con pruebas y perder su calidad de testigo protegido. En ese entonces, un despacho de la agencia Reuters ofreció más detalles:

“Un testigo en el juicio… testificó que pagó un soborno multimillonario a un subordinado del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en 2005”. El gobierno no ha respondido… Zambada dijo que pagó “unos cuantos millones” de dólares a un funcionario de la Ciudad de México cuando López Obrador era jefe de Gobierno, porque creía en ese momento que iba a convertirse en el próximo secretario de Seguridad Pública”. Con ello, sí se ha logrado establecer un patrón sistémico de corrupción del gobierno con narcotraficantes. Una vez más, para los efectos del caso y la persuasión al jurado, lo más importante es la narrativa.

El prestigio de García Luna no es lo único que quedará en ruinas. Es el país entero al que los fiscales están destruyendo en Brooklyn. Es una gran tristeza, vergüenza e impotencia por la que estamos pasando los mexicanos.

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