Rolando Daza
Apunte:
Apreciado lector, parece que estamos en un viaje en el tiempo y regresamos a la época de Luis Echeverría (ya evocamos la de José López Portillo y la década perdida) pretendiendo convertirnos en los adalides de la paz mundial, cuando nuestro país está convertido en un campo de guerra, volteemos a nuestro estado, a Jalisco o Michoacán por mencionar algunos, para qué hablar de sitios lejanos a nosotros. Atendamos nuestra casa y dejemos la foránea.
En la pasada ceremonia del 15 de septiembre en el balcón del palacio, ahora convocamos a que “muera la corrupción, muera el clasismo, muera el racismo”… muy bello, muy alentador, muy electoral… como si se pudiera “matar” a la corrupción (deberíamos voltear a nuestros gobiernos actuales para ver ejemplos), suena muy bonito, en nuestro país que es tan complejo como las leyes que la generan, la burocracia que la fomenta, empresas que pelean por crecer sin importar el costo, o por las conductas ciudadanas muy afincadas.
Reyes Heroles señala que el racismo (el mestizaje es biológico y cultural, no puede ocultarse) y el clasismo son fenómenos que se presentan en sociedades pobres y ricas, está en la mente y no “muere” con proclamas. Amonestar a quienes tienen anhelos de crecer, esperanza de ser mejores es clasismo. “Vivir” en el palacio de origen español con tintes del imperio es clasista. Juzgar a los que estudian en Harvard o “sueñan” con una Maestría es clasismo. Es clasismo despreciar a los pobres, a la clase media, a los ricos.
Es tiempo de reconsiderar la concordia, la integración de los mexicanos en un mismo proyecto de país, dejemos rencores y resentimientos. Es tiempo de reconsiderar impulsar la economía, promover una educación y un sistema de salud de calidad, establecer un marco legal que sea aplicado y respetado por TODOS, aceptar la diferencias de los otros, buscar la paz y el beneficio de TODOS.
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