¿En qué andan los jóvenes? No se les ve en política

Juan Miguel Alcántara Soria
A las personas de menos de 30 años no las vemos incursionar en espacios ni procesos políticos; su activismo en redes sociales es marginal. La ausencia juvenil es global. Esa distancia se expresa también en espacios familiares, educativos o religiosos. La actual crisis de representatividad de las democracias lo explica, en parte, junto con el envejecimiento de los partidos políticos, que tienen arterioesclerosis intelectual y moral, repelente a los jóvenes.
Las pautas de comportamiento que vemos hoy en nuestros jóvenes (como índices de generalidad y de frecuencia; no son fatales), incluyen, entre otras: el modelaje del cuerpo físico, más que del espíritu o la mente (pavo-reales con mini-cabezas. Gimnasios a tope; laboratorio, bibliotecas o templos, vacíos). Uso exponencial de tecnologías de la información, con acceso irrestricto a datos o imágenes de toda naturaleza. Pensar que “más valen 3 años como rey, que una vida como güey”, buscando atajos al dinero, a vehículos y a mujeres-objeto; no a la vida de esfuerzo prolongado. Ensimismados. Amigos con derechos. El matrimonio o compromiso para toda la vida no es opción. Hijos tampoco. Sustitutos de estos son las mascotas. Ser vegano o vegetariano es decisión personal radical, cuestionando hábitos alimentarios previos. Dialogan con personas del otro lado del mundo, que luego ni conocen; con los próximos, menos. Todo es relativo, nada absoluto. Sólo hay vida en este mundo, ninguna más allá. En religión son crecientemente indiferentes, no practicantes. Prevalece lo “nuevo”, las modas, repudian lo viejo. El rol del “influyente “ es más importante: quien maneja medios y redes, luego cantantes y deportistas. A la política raro voltean: si se trata de su sobrevivencia por cuidar el ambiente, o acceso a trabajos dignos (les cuesta más conseguir éstos o adquirir un coche o departamento, que a generaciones de antes).
Los jóvenes no están interesados en el actual proceso electoral porque los temas o agendas que de lejos ven, no involucran sus preocupaciones o intereses: como el cambio climático (la evaluación de ONU en julio pasado los respalda: pasamos del calentamiento a la ebullición global. Solo los nórdicos hicieron su tarea); ven casquetes polares deshaciéndose; deforestación de la Amazonia; niveles del mar subiendo. El impacto ambiental en la producción de carnes por la deforestación, pérdida de hábitat, degradación de suelos y agua, y generación de gases de efecto invernadero, los conmueve. El planeta en el 2050, así, será inhabitable (premisa pesimista del Acuerdo de París que hasta hoy se constata sin reversa). Piden sistemas de salud universal, y de seguridad para el retiro; acceso de créditos para vivienda. Celebran la resolución de la Suprema Corte en materia de aborto, obligatoria para legisladores; y esperan se cumpla. También el matrimonio igualitario. El Estado laico es su hábitat ciudadano. Acceso universal a la educación pública. Movilidad sustentable en las ciudades (con más ciclo-vías y transporte público, confiables). Acciones para el trato de animales. Su credencial del INE solo tiene sentido utilitario: poder entrar a antros; no para cumplir deberes o ejercer derechos. Reclaman a las generaciones precedentes las condiciones de vida heredada. Pero no asumen proyectos políticos para mejorarlas. Señales de los tiempos.
En el proceso educativo que debió formarlos como ciudadanos de su país y del mundo, hubo fallas. Conocen bien sus derechos, desconocen u omiten sus deberes. Es tiempo de deliberar entre generaciones, en casa, escuela, con amigos, y otros espacios. Facilitemos condiciones para que ellos mismos definan los asuntos de su interés, con los cuales elaborar políticas públicas desde lo local y lo nacional. Urge definir una agenda ciudadana de quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos; qué es el bien público temporal, aquí y ahora; qué es lo importante que atendamos juntos. Algunas generaciones nos rebelamos antes contra estructuras de oprobio. Algo logramos. Toca a los jóvenes que hoy están en la periferia política decidir qué hacer, por vía democrática, para los cambios necesarios de las estructuras que heredan.

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